viernes, 2 de septiembre de 2011

Ciudad del castillo y su tesoro. Parte II


 
Herrnhut aún existe, su castillo lo habitan alemanes y extranjeros, artistas de todo el mundo. Fotógrafos, diseñadores, cineastas, bailarines, artesanos, músicos, escritores... viven, entrenan, estudian; y como los de hace tres siglos, cruzan la tierra para sembrar ríos de luz en el desierto.

Alemanes y extranjeros cuidan el tesoro, y ven el mundo llenarse de sueños que se hacen realidad, el suyo es sembrar palabras, belleza y hechos, para que el cielo de un niño en Etiopía, no signifique pasar noches en cajas de cartón y signifique un cielo lleno de diamantes; para destruir el miedo y el silencio de una mujer europea que cada noche se maquilla y va otra vez a la esquina que más odia; y romper los cerrojos que atan a una niña de la que nadie sabe nada, mientras ella en una fábrica olvida como es eso de tener esperanza.

Solos, los habitantes del castillo no podrían cambiar el mundo, pero siguen construyendo con guitarras y pinceles, escribiendo en la Tierra la historia de Vida. No podrían en sus fuerzas, pero saben que donde acaba su poder, comienza el de alguien para quien todo es posible, hasta cambiar el mundo en manos de ellos; y le creen. Él es el mismo tesoro de los moravos, el que sana Alemania y le da vida otra vez.

Yo también creo en Él, y quiero ver historias como las que sólo hay en los libros, quiero escribirlas, contar lo que Él hace en mi vida, publicarlo con mi boca, en historias, y frente la gente que ha sufrido rechazo, abuso y soledad, lo publicaré a quienes buscan una esperanza que no avergüenza, que se cumple, y que los sostendrá como me sostiene a mí cada día, porque yo sí creo, y no me importan las censuras.

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