viernes, 20 de junio de 2014

Chin yinn´cui


Chin yinn´cui, Mercancía, de Marilyn Escobar, muestra una pequeña parte de lo que ocurre no sólo en México, ni sólo en Latinoamérica, sino en todo el mundo por causa de la codicia de hombres que desean insaciablemente satisfacer sus apetitos sexuales con mujeres, adolescentes, niñas o niños, sin importarles de dónde son, quiénes son y mucho menos cómo han llegado ahí. Sólo una sociedad egocéntrica y llena de deseos desmedidos podría seguir permitiendo que miles de jóvenes, adolescentes y sobre todo infantes, sean secuestrados, engañados o presionados, para suplir la demanda de carne que hay en pornografía y prostitución.


Dos jóvenes, una de ellas casi niña, deciden fugarse con hombres extraños bajo la lluvia, fugarse del calor de un café de olla, del olor del maíz, de su lengua Cuicateca, tal vez porque no quieren repetir el ciclo que sus familias y ancestros han repetido, o porque creen que al otro lado de su pueblo, allá en la ciudad, hay un sueño más grande por alcanzar, y no ven la hora de escapar de la estufa y las tortillas, de finalmente hablar sólo en Castellano.

Mientras las jóvenes de los grupos indígenas, o los pueblos apartados de la ciudad, no conozcan qué posibilidades hay para ellas más allá, ni tengan opciones de desarrollo y sustento en donde viven, y mientras no estén prevenidas sobre los hombres que van enamorando mujeres para llevarlas, engañadas y forzadas, a la prostitución y no puedan disfrutar de salud, alimento y buena educación al mismo tiempo que abrazan sus lugares de origen y cultura, estas mujeres, niños y niñas seguirán expuestas al tráfico sexual.
La protagonista del cortometraje Mercancía es Citlalli, una joven indígena que trata de abandonar su pueblo junto con María, su hermana menor, y cuyos movimientos se ven entorpecidos por una anciana que ve el peligro, pero sin hablar de él directamente con ellas, desviándolas momentáneamente de su camino, sin conseguir alejarlas totalmente de él.

Las jóvenes de las comunidades indígenas son vulnerables a verse involucradas con hombres que sólo planean traficar con ellas, no sólo por su ignorancia y deseo de salir del territorio en que se desarrollan, sino también por la falta de empleo y de recursos en los pueblos, donde incluso los mismos padres de familia pueden llegar a considerar vender a sus hijas como “servicio doméstico” teniendo noción de cuál será su verdadero fin.

Tal vez hace falta un gran esfuerzo para detener a los traficantes de mujeres, niñas y niños en todo el mundo, tal vez parece imposible, tal vez ningún joven, padre de familia, o ninguna persona cercana a nosotros ni nosotros mismos sería capaz de hacer algo así. Pero no sería ni siquiera necesario atrapar las redes de trata de personas, si no existiera esa demandante necesidad de consumir sexo e incluso de pornografía. Entonces miles de mujeres, niñas y niños en el mundo, no estarían dándole servicio a más de 10 hombres desconocidos por noche, a veces muchos más, ni estarían encerrados en lugares fríos, en pobreza y drogadicción, en países o lugares desconocidos, con miedo, y siendo dañados física, emocional y mentalmente de una forma que es casi imposible de reparar.

Mercancía no sólo habla por aquellas mujeres, adolescentes, niñas y niños secuestrados en lugares rurales, sino también por las que caen en la ciudad, o incluso paseando como turistas, o viviendo vidas que se parecen a la que vive cualquier vecina, amiga, sobrina, hermana, esposa o hija.